En nuestra
sociedad son frecuentes y es inevitable que aparezca el ciudadano que ofrece su
casa o apartamento y en algunas ocasiones hasta su cuadra, para recibir un
‘parrandón’ con gran cantidad de alcohol y alto voltaje en la música, sin
importar la vida de sus vecinos.
Y claro, la
rumba trae un montón de problemas que ya son hasta cliché: el borracho
cayéndose, el espectáculo de celos de las parejas, el celador del edificio
correteando amantes furtivos, el grupo vallenato o mariachis que llegan en la
madrugada, las rancheras en la amanecida… Todo, mientras usted solo
piensa en amanecer a trabajar al día siguiente, debe dormir a sus niños para
que madruguen a estudiar o simplemente quiere descansar. Existen varios
conductos regulares a los cuales se puede acudir ante un caso de perturbación a
la tranquilidad de una comunidad. Al parecer, la mejor solución en primera
instancia es hablar cara a cara con el vecino rumbero, obvio, cuando esté en
sano juicio. Lo que también recomiendan los expertos es que los residentes
conozcan sus derechos y obligaciones contemplados en los manuales de
convivencia y la ley de propiedad horizontal.